jueves, 20 de diciembre de 2012

EL ARTE DE VIVIR FILOSOFANDO


Probablemente para muchos, las siguientes palabras sean sólo palabras que se dicen al viento, pero quizá otros se pregunten el por qué del título que acompaña estas líneas. La respuesta parecería ser clara para aquellos que conocen el significado propiamente dicho de la palabra filosofía ('amor por la sabiduría'), pero los motivos que aquí pretendo exponer, van más allá del simple amor a la sabiduría; la clase de amor que busco expresar aquí, no es tanto un amor por el conocimiento, tiene más bien que ver con un amor hacia la vida misma y hacia todo lo que la viste como la amiga que ésta ahí con nosotros de forma incondicional, esperando el momento de vernos reír y cantar junto a ella.

Contemplar la vida, es como ver un abismo tan profundo como el mismo Universo; así de larga, resulta la búsqueda por tratar de descubrir al hombre, al igual que todas las cosas importantes de la vida. Igualmente, el filosofar es contemplar todo un abanico de ideas y de pensamientos cuyo tesoro probablemente sea aproximarnos un poco a la verdad o por lo menos, a conocernos a nosotros mismos. Tal vez para encontrarnos, no sea necesario hacer un viaje como el de Zaratustra, pero quizá si sea necesario retornar una y otra vez a analizar diversas situaciones y hacer un alto para poder comprenderlas y entender la relación que pudieran tener con nosotros.

¿Qué significa vivir?, ¿cuál es el sentido de la vida?, ¿porqué valdría la pena seguir viviendo? Estas entre tantas otras, son algunas de las preguntas que nos hacemos a lo largo de la vida, sin llegar nunca a una respuesta concreta. Definitivamente, yo tampoco podría llegar a dar una respuesta concreta o siquiera que se acerque sólo un poco a la verdad, así como tampoco puedo llegar a explicar cómo funciona el amor; lo que no se puede negar es que todos sin excepción alguna, buscamos lo que Nietzsche llama el superhombre o dicho de otra forma, el hombre que busca superarse a sí mismo, de tal manera que llegue a conseguir aquello que Sócrates llama un ser virtuoso.

Querer definir al hombre en una o unas cuantas palabras, no bastarían para definirlo. Un posible comienzo, puede ser el considerar que desde que fue “puesto en la tierra”, el destino del hombre ha sido colocado “bajo los signos de la desesperación, la sanción y el castigo[a]”. Por supuesto, tomando en cuenta el argumento anterior, podemos observar claramente que  el considerar así la condición humana, nos ha privado del poder compartir y disfrutar del mundo en compañía de los otros y, nos ha sumido en un individualismo que además nos ha apartado de todo aquello que consideramos superfluo o que por ser tan mencionado, pierde sentido ante nosotros y que, en realidad, posee una exquisitez y una belleza que sólo se revela a los seres humanos a través de un continuo proceso al cual damos el nombre de filosofía.

¿Cómo empezamos nuestra actividad filosófica?¿Por dónde comenzar a buscar? Ciertamente, aunque es complicado ofrecer una respuesta para estos interrogantes, sí nos es posible aceptar la idea de Rousseau que nos dice que: “Nacemos débiles, necesitamos ser fuertes, y al nacer carecemos de todo y se nos debe proteger; nacemos torpes y nos es esencial conseguir la inteligencia. Todo esto de que carecemos al nacer, se nos ha dado por medio de la educación[b]”. Sin embargo, a pesar de que la afirmación anterior es completamente cierta, también es importante decir que desde el momento que llegamos al mundo, comenzamos a experimentar toda una serie de sensaciones y experiencias mediante las cuales iniciamos nuestro conocimiento del mundo y que, mientras todo esto se nos va revelando, vamos construyendo nuestra propia perspectiva de dicho mundo y por ende, es así como se inicia nuestra actividad filosófica de manera inconsciente.  

Ahora bien, me parece importante que tomemos en cuenta que aunque filosofía y educación son dos disciplinas completamente separadas, también están estrechamente unidas, puesto que desde mi punto de vista, toda nuestra actividad filosófica así como nuestra educación, comienza desde nuestra más temprana infancia, cuando comenzamos a experimentar nuestros primeros contactos con el mundo físico. Sin embargo, algunas veces, el mundo físico (de las cosas y de los hombres), se opone a lo que dicta la naturaleza, es por eso que todo conocimiento cualquiera que éste sea, debe comenzar por seguir un orden natural, es decir, debemos empezar por “cuidar y proteger”  a aquel a quien deseamos educar y, sembrar en el un apego tal a la vida y a los seres que le rodean, que sus acciones y sus modales para con él y con los demás, se convierta en un hábito.  

Por otro lado, también es importante tener en cuenta que “el hombre es un ser de relaciones y no sólo de contactos, no sólo está en el mundo sino está con el mundo[c]”. Detengámonos un poco aquí para reflexionar un momento sobre este punto; si todos estamos siempre rodeados de gente, y nosotros mismos influimos en esas personas y viceversa, entonces podríamos decir que todos formamos parte del proceso educativo – hablando de educación –, y al mismo tiempo, también nos encontramos en una permanente actividad filosófica, ya que los otros, van “dejando” en nosotros pensamientos e ideas que nos hacen reflexionar e ir cambiando nuestra propia forma de ver y actuar en el mundo.

Por supuesto, también es preciso decir, que el ser humano, a mi gusto, posee una magnificencia tal, que puede ser dueño de la pasión más egoísta o de la virtud más pura. Sin duda, la filosofía requiere de paciencia y de constancia, es por eso, que así como la fe, el conocimiento, etc., no es un camino fácil de recorrer, y menos al tratarse de una ciencia como ésta, que se nutre día a día de la reflexión y que, así como las pasiones, resulta un “juego que hace trampa” y que, al igual que en el mito de Sísifo, se empeña en hacer caer nuestros esfuerzos una y otra vez, obligándonos a volver a construirlos, pero ahora con bases nuevas y más fuertes. Acaso pudiéramos pensar que una vida así puede resultar insatisfactoria o demasiado dolorosa pero, lo cierto es, que a mi modo de ver, un dolor así puede convertirse en el mejor de los manjares sobre la tierra.

El acto de filosofar requiere de disciplina, del dominio de las pasiones y del conocimiento de nosotros mismos, es por eso que Kant nos dice que: “la disciplina impide que el hombre, llevado por sus impulsos animales, se aparte de su destino, de la humanidad[d]”.  Personalmente, concuerdo con Kant en que el destino del hombre es la humanidad, y lo que él entiende por animalidad, yo lo interpreto como las pasiones y los impulsos que tiene el hombre “por naturaleza, y los cuales, desde mi punto de vista, si no son controlados nos pueden llevar a cometer algún acto del que nos podamos arrepentir más adelante y que puede llegar a “corromper el alma y degradar el espíritu” hasta del más virtuoso de los hombres o como dice Rousseau: “todas las pasiones son buenas mientras uno es dueño de ellas, y todas son malas cuando nos esclavizan[e]”.

 Ahora bien, en uno de los primeros párrafos del ensayo, se menciona que el destino del hombre se encuentra bajo los signos de la desesperación, y esto, bien podría justificar la idea de que el hombre pueda creer en un ser Supremo, cuya creencia le brinda una cierta tranquilidad ante la incertidumbre en la que vive.

De acuerdo con algunos de nuestros filósofos tales como Nietzsche y Sartre, niegan o dudan la existencia de este Dios o Ser Supremo y Absoluto, el primero argumentando que “Dios ha muerto” y el segundo, argumentando que si existiera un Dios perfecto, entonces no nos tendría sumidos en la incertidumbre. Ante tales argumentos, realmente no tengo mucho que argumentar, aunque la primera frase (“Dios ha muerto”), me parece tan cruelmente cierta que me deja profundamente entristecida al pensar que el hombre se ha corrompido a tal grado de haber hecho a un lado a Dios; la afirmación de Sartre, aunque sigue el mismo camino que la de Nietzsche, me parece definitivamente menos radical y, creo que tiene razón al decir que “la existencia precede a la esencia”, puesto que para poder llegar a ser alguien, el individuo primero debe de existir, así pues, se niega la existencia de Dios. De esta manera, el hombre viene a ser el dueño de su propio destino y de lo que quiere llegar a ser; por supuesto, que tampoco creo que sea válido decir que el hombre se encuentra aislado o desamparado como dicen algunos, sino que se encuentra estrechamente ligado a los demás hombres, que lo “protegen” y que se contemplan unos a otros como en un espejo, mirando todas las posibilidades y todos los modelos de hombre en el que pueden llegar a convertirse, de ahí que Sartre diga que “al elegirse, elige a todos los hombres[f]”.

 

 

 

 



[a] Onfray, Michel.  “Teoría del cuerpo enamorado: Por una erótica solar”. Pág. 52.
[b] Rousseau, J. Jaques. “Emilio o de la educación”.  Pág. 7.
[c] Freire, Paulo. “la educación como práctica de la libertad”. P. 28.
[d] Kant, Emmanuel. “Pedagogía”. Pág. 2.
[e] Frases de Jean Jaques Rousseau. Recuperado de: http://www.proverbia.net/citasautor.
[f] Sartre, J. Paul.  “El existencialismo es un humanismo”. Pág. 6.

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